Cuando decidi apuntarme a clases de fotografía para ampliar un poco más mis conocimientos, e intentar quizás ser yo quien domine la cámara y no ella la que decida por mi.. el profesor me dijo algo a respecto de mi cámara que, y esto no deja de ser curioso, hace poco en la primera maratón fotográfica de Andorra, me volvió a decir:
«Siempre me traes cámaras raras, ¿ a ver esta que es?» dijo al cogerla.
Imagino que el tema es que todo el mundo iba allí ( tanto a la clase como a la maratón) super equipado con sus Nikon y Cannon principalmente, para mi enormes, tanto en volumen como en funciones, y aparezco yo con mi querida, maravillosa, monisima y coqueta Olympus OM-D E-M10, y claro quizás era para echarse las manos a la cabeza.
Bromas aparte, si algo he aprendido a lo largo de estos años es, a elegir cámara. si realmente puedo presumir de algo ( cosa que por lo visto no se me da muy bien, me refiero a lo de presumir) es de saber elegir y estar contentísima con mi elección, eso si, después de algún que otro, llamemos error por llamarlo de algún modo.
La primera fue una compacta una Panasonic Lumix DMC-LX2 , no recuerdo muy bien cuanto uso hacia de ella, pero si recuerdo cuando se me hizo pequeña y como. En un viaje de vacaciones en Lanzarote los colores me salían muy difusos y las fotos con mucha luz, pensaba que se había roto y no tenia arreglo, volví del viaje tremendamente disgustada y dispuesta a tirarla a la basura, hasta que un amigo me dijo que no le pasaba nada a la cámara que era cuestión de configuración.
Aun así solo ocurrió que se aplazo lo inevitable después de mucho buscar y contrastar por internet llego mi primera cámara de objetivos intercambiables la Panasonic Lumix G2, ¡waaaaw! con eso se abrían los horizontes de la fotografía para mi, se podía hacer de todo, esta me duro muchísimo, o eso he pensado yo, incluso sobrevivo un bañito en un rio andorrano de agua helada, a mi torpeza y mi empeño de no leer los manuales y a mi decisión de mejorar apuntándome a clases, una campeona. Y finalmente el año pasado, tras una excursión donde decidí renunciar al peso que me aportaba la cámara en la mochila en pos de conseguir llegar al objetivo de la salida en cuestión, que no era otra cosa quesera al lago.
Lo único que me faltaba para dar el paso ( si es que me faltaba algo) era que el mismo amigo que consiguió que alargara la supervivencia de mi primera cámara, se sacara una cámara de la nada, cuando lo había visto subir sin apenas esfuerzo y ni siquiera noté la presencia de cámara alguna en sus enseres. ¡oh my good! Eso que es? Si no ocupa nada.
Evidentemente echaba de menos hacer fotos una vez llegados arriba, usé el móvil pero nunca es lo mismo.
Solo faltó que en el piscolabis posterior a la bajada transfiriera de un solo click todas sus fotos de la cámara al teléfono ante mi atónita mirada.
Y encima me dice la aconsejé yo! ???????????????? ¿en serio?
Fue solo cuestión de horas que al día siguiente bajara a la tienda, la buscara en la vitrina y me la llevara para mi casa más feliz que una perdiz.
Lo primero que hice fue fotografiarla desde todos los ángulos, y luego buscar el manual, deben de haberse dado cuenta de que es algo inútil imprimir papel por lo que ahora viene en un cd y además muy escueto en explicaciones, ahora queme lo iba a leer.
A horas de ahora hace ya cuatro meses que la tengo en mi poder y sigo sin arrepentirme y sin desear cambiarla por cualquier otra.
Y la última adquisición podría tildarse de capricho, con opciones didácticas eso si, pero capricho al fin y al cabo. Fue una Fuji instax mini, lo que viene a ser popularmente una Polaroid de toda la vida, pero sin ser Polaroid, ni de toda la vida.
Aun tengo en mente un proyecto para ella, pero hay que meditarlo muy bien, porque como cualquier capricho que se precie muy baratillo, no es.