El otro día aprendi una palabra:
Topofilia: pasión por la tierra, concretamente por algún lugar mágico y adorado en su superficie, viene del griego » amor al lugar».
Todos tenemos un lugar del que guardamos recuerdos especiales, mágicos y maravillosos, de esos que te hacen reír y llorar a la vez, ya sea porque allí se criaron nuestros padres y en consecuencia hemos pasado allí muchos veranos, o porque en unas vacaciones de visita, algo del lugar en cuestión nos robo el corazón.
En esta ocasión mi motivo es el primero; y no me puedo creer que después de todo este tiempo no le haya dedicado un post a dicho lugar, lo resumiremos alegando que lo bueno se hace esperar…., y lo solucionaremos enseguida.
El pueblo en concreto se llama Almodovar del río, se encuentra en la provincia de Córdoba, en pleno camino de dicha capital andaluza a la propia capital de Andalucía, Sevilla.
De echo las vías del AVE, se dejan caer por allí y desde el propio tren se puede observar lo más característico que tiene este pueblo; su castillo.
Situado en lo alto de un cerro y visible desde varios kilómetros, el castillo de la Floresta otorga a Almodovar del río una silueta muy característica que una vez se introduce en tu retina, se clava en tu mente siendo muy difícil de olvidar. Y más, claro esta, si se trata de uno de esos lugares imperdibles que cada cual va encontrando a lo largo de su vida, alrededor de este bonito mundo que habitamos.