Se suele decir que las oportunidades no vienen solas sino que hay que crearlas.
Fotografiar insectos suele ser, al menos para mí, tarea de chinos, esos bichos diminutos se mueven aunque no lo parezca a una velocidad de vértigo y sobre todo cuando intentas fotografiarlos.
Crear la oportunidad de hacerlo parecía una locura y a la vez mucho más sensato que dejárselo todo al azar, con esa mezcla de sensaciones me propuse al menos intentarlo.
Como ya he comentado en mas de una ocasión, no deja de asombrarme a mi misma el contrastes entre mi impaciencia y mi afición a la fotografía macro, para la cual es tan contraproducente la prisa y el estrés, así que una vez más las vacaciones serian una oportunidad para poner a prueba ambas, la paciencia y la fotografía macro.
Normalmente ( normalidad que palabra más bonita y casi extinta no?) las vacaciones al menos en nuestro caso solían implicar viajar ( de esta otra palabra ya hablamos en otro momento, eh? maldito virus) lo que coloquialmente se conoce como «carretera y manta» aunque en esta ocasión ha implicado casi exclusivamente lo de manta ya que lo de la carretera se ha limitado a unos escasos 10 kilómetros de distancia un par de veces y aunque algo es algo y se agradece muchísimo, no deja de saber a poco.
Así las cosas el objetivo principal de las vacaciones era hacernos cargo del huerto de casa y empezar a su vez un nuevo proyecto que nos durará, si todo va bien prácticamente todo el verano.
En un primer momento y cómo se puede observar en la primera foto me centré en las flores ya que era lo único que tenia seguro, tanto a nivel botánico como fotográfico.
Toda flor me suele parecer adecuada para fotografiar y más con el macro aunque la capuchina me llamó particularmente la atención por su forma y colores.
Con el macro tengo la sensación de tener una ayuda a la hora de encontrar composiciones a medida que voy haciendo mas fotos, cambiando de ángulo y experimentando composiciones que a simple vista y desde un principio me hubiera resultado imposible de ver.