Pasión por los viajes

Dicen que existe un gen que impulsa viajar, a moverse y estar en continuo cambio, a quien lo posee.
No deja de sorprenderme, con lo miedosa que suelo ser, que yo tenga ese gen…(lo tengo clarísimo),  no sé, desde cuando pero sé que lo tengo, lo que no sabia es que existía. 
Yo solía decir, y aun suelo decirlo aunque menos, que nací con un mapa e la cabeza (echo curioso,  hace poco descubrí que había un libro que se llama así, estoy en plena lectura del mismo, aunque ya puedo decir que es totalmente recomendable.)

Un mapa en la cabeza de
KEN JENNINGS, editorial ARIEL

La frase en cuestión,  viene del echo de que a pesar de mi mala memoria ( y esto si que es curioso) suelo tener un gran sentido de la orientación apenas precien llegada al lugar,  no es infalible a veces se me estropea… pero poco. 

Volviendo al gen, al que le han puesto un nombrecito… “ gen Wanderlust” ( gen de pasión por los viajes)  y que han identificado como DRD4-7R ( a mi me recuerda a mi robot cinematográfico favorito). 
El tema es que quien posea este gen «sufrirá» un irrefrenable deseo de viajar, por lo visto no es muy común solo lo posee un 20% de la población ( yo esto no me lo acabo de creer ya que conozco a un montón de gente apasionada por viajar o que pasa es que nos olemos, o nos atraemos por una fuerza misteriosa? Eso se lo dejaremos los científicos también.


Sea como sea y se llame como se llame, viajar es bueno para nuestra salud; abre nuestra mente, obligándonos a adaptarnos a nuevas situaciones,  nuevos horarios y  costumbres, sacándonos de la rutina.
Y todo esto es gracias a una hormona,  (vayaaa ¿que raro no?, pero esta es buena) la maravillosa dopamina, es la responsable de un montón de cosas fascinantes como la aceptación, la  curiosidad, el deseo de descubrir  y la creatividad.
También nos produce placer, motivación, nos hace recordar información y ademas nos proporciona extroversión social, todas ellas herramientas muy muy útiles para nuestros viajes.






Quizás más que un mapa mejor llevar algo de dopamina en nuestros viajes. 
Al final la mejor brújula la llevamos en nuestro interior. 


Por tierra, mar y aire, a lomos de un camello o caminando, da igual,  el tema es conocer lugares nuevos, explorar, y vivir nuevas experiencias.
Afrontar nuevas experiencias, nos hace crecer en muchisimos aspectos.






Al-Mudawwar al-Adna, el castillo.

Hace apenas una semana, en otra entrada (El otro día aprendi una palabra ), 
os presentaba el castillo de Almodovar del río; uno de los pueblos que ocupa una posición importantísima en mi lista de lugares imperdibles. 
Hoy vamos acercarnos un poquito mas a él, vamos a encaramarnos a esa loma redonda  (Almodóvar viene del árabe  «Al-mudawar» que quiere decir » el redondo»,  haciendo referencia al promontorio sobre el que se eleva el castillo) y  a acercarnos hasta tocar sus paredes e incluso a entrar dentro, para adorar sus vistas, que no son para nada, en absoluto despreciables. 
Vista general del pueblo y el castillo al fondo, con algunos valientes disfrutando de unas vistas más que privilegiadas. 
A medida que vamos ascendiendo se puede apreciar la verdadera magnitud del castillo. 
Vista del Guadalquivir y una pequeña apreciación de las linea de AVE.

El vestidor del rey.
Vistas de la campiña a través de las magnificas ventanas del castillo. 

Los calabozos…… 
El castillo, como tal, esta repleto de recovecos oscuros, de subidas y bajadas; quien sabe la de historias que  callan sus muros.
Detalle de una fuente. 

Nos vamos ya, abandonamos el castillo no sin hacer hincapié en su suelo, que debo decir que al igual que sus piedras y paredes, han claro hondo en mi , marcando una huella muy, muy personal, que llevo conmigo desde bien chiquitita. 


Reflejos

Ultimamente cuando salgo a hacer fotos, sobretodo si se trata de tiempos un poquito mas extensos, como pueden ser  las vacaciones,  a veces ocurre que me sorprendo a mi misma fotografiando, o fijándome en cosas en las que antes no había puesto atención.
Esto es lo que ocurrió en mi visita a Banyoles en el mes de enero, de estar haciendo fotos a la típica, puesta de sol, ( y al monstruo.. como ya os hable en la anterior entrada  El monstruo del lago )  pasé a fijarme en las formas curiosas de los reflejos en el agua, las mismas cosas que se veían desde la orilla, pero al revés es y un poco abstractas, indefinidas.
algunas incluso se asemejan más a un cuadro que a una fotografía.

En alguna de las imágenes,  es complicado saber si están al derecho o al revés. (a menos que os lo diga…)

Más de una, tiene la particularidad de aportar calma con tan sólo mirarla un segundo. 

Topofília

El otro día aprendi una palabra:
Topofilia: pasión por la tierra, concretamente por algún lugar mágico y adorado en su superficie, viene del griego » amor al lugar».

Todos tenemos un lugar del que guardamos recuerdos especiales, mágicos y maravillosos, de esos que te hacen reír y llorar a la vez, ya sea porque allí se criaron nuestros padres y en consecuencia hemos pasado allí muchos veranos, o porque en unas vacaciones de visita,  algo del lugar en cuestión nos robo el corazón.
En esta ocasión mi motivo es el primero; y no me puedo creer que después de todo este tiempo no le haya dedicado un post a dicho lugar, lo resumiremos alegando que lo bueno se hace esperar…., y lo solucionaremos enseguida.
El pueblo en concreto se llama Almodovar del río, se encuentra en la provincia de Córdoba, en pleno camino de dicha capital andaluza a la propia capital de Andalucía, Sevilla.
 De echo las vías del AVE, se dejan caer por allí y desde el propio tren se puede observar lo más característico que tiene este pueblo; su castillo.
Situado en lo alto de un cerro y visible desde varios kilómetros,  el castillo de la Floresta otorga a Almodovar del río una silueta muy característica que una vez se introduce en tu retina, se clava en tu mente siendo muy difícil de olvidar. Y más, claro esta, si se trata de uno de esos lugares imperdibles que cada cual va encontrando a lo largo de su vida, alrededor de este bonito mundo que habitamos.